Un domingo, en una sesión extraordinaria, se aprobó lo que yo creo que es una circular, que planteaba agregar a la currícula de todas las carreras de grado, existentes y por existir, un curso de cocina para las generaciones de ingreso. Si bien presté atención, en cada uno de mis primeros semestres en las diferentes facultades en las que me he anotado durante los últimos años, a la materia: Introducción a la vida universitaria, luego, pasó la vida universitaria y , desde entonces, solo recuerdo ir a votar, las demás formalidades se quedaron en la hoja de respuestas de la prueba escrita de la ya mencionada, a cambio conseguí dos créditos. Allí, entonces, supongo que estuvo el claustro, la rectoradísima de la Universidad de la República, docentes, egresades y estudiantes, queridísimes todes les representantes en una asamblea parlamentaria y la cantina a ful, reponiendo el café.
El nuevo curso, a pesar de ser corto, algo así como un par de meses, es bastante completo y contempla las necesidades alimenticias básicas, particulares y generales, de todes les estudiantes: comida sin gluten, dietética, vegetariana, vegana y, sobretodo, económica. El objetivo es darles la oportunidad a les chiquilines de que obtengan lo que en el documento oficial se llamó «Autosuficiencia culinaria».
La primera opinión en desacuerdo quiso llegar a las 5 a.m. del día lunes, no lo logró, pues ninguna de las bedelías funciona tan temprano por la mañana, lo que nos hace suponer que fue alguien externe a la Universidad o alguien que aún no consigue esos dos créditos de la primera semana de clases. A las 8:30 a.m. ingresó la llamada que ahora sí atendieron, en bedelía de la Facultad de Derecho. La persona que exigía una respuesta de las autoridades, a la brevedad, sonaba triste y abatida. Estaba decepcionado, hablaba Manuel, el mozo de La Tortuguita.